1. Es cierto que Donald Trump tiene la capacidad de dar un vuelco a los mercados europeos -y no solo europeos- con un movimiento político o económico. Esperemos que no sea el caso y que todo siga su curso...
2. Pero también es cierto que se ha moderado el optimismo en torno a las bolsas europeas. Analizando datos de algunas de las casas de análisis más potentes, veíamos que el potencial de revalorización del Stoxx 600 apenas alcanza el 1% respecto al cierre del viernes. Es decir, prácticamente no queda margen de subida. Esto nos indica que el mercado ya ha incorporado en precios un escenario muy optimista. Es verdad que los resultados empresariales han sorprendido al alza tanto en EE.UU. como en Europa en las últimas semanas. En Estados Unidos, el crecimiento del beneficio por acción (BPA) se sitúa ya en el +14,3%, y en Europa en el +1,9%. Puede parecer modesto, pero recordemos que veníamos de una dinámica de recortes de beneficios, así que la mejora es real.
En cuanto a los datos macro, seguimos viendo señales positivas: en China, tanto las ventas minoristas como la producción industrial han repuntado con fuerza, y los bancos centrales siguen aplicando estímulos. Hoy, por ejemplo, hemos tenido recortes de tipos por parte del Banco Central de Australia y también del Banco Popular de China (25 y 10 puntos básicos, respectivamente). Todo esto alimenta el apetito por el riesgo, pero también genera ciertos excesos. Cuando los mercados suben tanto, tienden a ponerse caros. Los RSI están en niveles elevados, los estocásticos también, y el potencial empieza a reducirse. En Europa, el Ibex supera los 14.000 puntos, el DAX está de nuevo en máximos… y esto plantea un escenario más complejo.
3. A ello se suma el reciente recorte de expectativas de Moody’s sobre la deuda soberana de EE.UU., algo que no sucedía desde 1919. Países también como España o Francia están en zona de máximos de deuda, no solo en Estados Unidos. Este movimiento se refleja en los bonos: el Treasury a 10 años superó recientemente el 4,5% de rentabilidad, y el de 30 años pasó del 5%. Esto podría generar un efecto sustitutivo: hasta ahora, los inversores han preferido renta variable por su mayor rentabilidad potencial, pero cuando los bonos soberanos ofrecen rentabilidades cercanas o superiores al 4,5%, frente a una media del 3,5%-3,6% en dividend yield de las acciones, empieza a haber argumentos para rotar parte de las carteras hacia renta fija. De momento, ese trasvase no se ha producido de forma significativa, pero el riesgo está ahí. Si los mercados empiezan a notar que la renta fija vuelve a ofrecer una alternativa real, podría enfriarse la euforia que hemos visto en los últimos meses.